A mí me suena el run, run…
María está sentada en el tren en uno de esos asientos paralelos al pasillo que te obliga a mirar a los demás, pero ella no lo hace. Su mirada está perdida en la infinita pared que pasa a toda velocidad al otro lado del vagón. Su mente viaja más allá, lejos del run, run del corazón que suena en sus auriculares. Los hermanos Muñoz han pasado a un segundo plano donde la única voz, el único run, run que resuena son sus pensamientos.
Run, run.
«¿Y si le hubiera dicho la verdad desde el primer momento? Quizás habría acabado de otra forma o quizás hubiera huido mucho antes. Pero y si…»
Y si, y si… Run, run.
«Siempre me encuentro con gilipollas, ¿por qué no habrá alguien ahí fuera que de verdad busque lo mismo que yo? ¿Es normal que todos vengan a mí? Quizás el problema soy yo, quizás…»
Quizás, quizás… Run, run.
Uno tras otro, uno tras otro.
Run, run.
«Nadie me va a querer…»
Run, run.
María sigue temiendo. Su mente la limita, la protege, pero no sirve de nada. Los límites, las zancadillas a sí misma le producen mayor sufrimiento que el que podría generar la caída. ¡Vive! Lánzate a vivir, ríe, llora, disfruta, pero vive o un día te encontrarás con un: ¿y si…?, que será aún más doloroso el actual. Deja atrás ese run, run. Déjalo ya.